Fotohistorias

lunes, 6 de diciembre de 2010

Los Indios





Las inclemencias del tiempo hacen cambiar los planes para el puente, adiós a la excursión por la nieve. Sin embargo no todo está perdido, dos días paseando con Edu por el pueblo llenan la cabeza de recuerdos infantiles. Recuerdos de cuando éramos verdaderos indios.


Mirábamos a los adultos como si fueran vaqueros. Tan limpios y blancos (todavía no habían llegado los rumanos), serios, de mirada desafiante y con el cigarro semicaído entre los labios mientras entraban y salían de los bares. En puentes como estos podíamos pasar toda la tarde buscando aventuras por los campos. Hacer ganzúas con alambres aplastándolas en las vías del “caballo de hierro”, prediciendo su llegada poniendo el oído sobre el metal, e incluso haciendo descarrilar a la bestia inmunda colocando piedras en los raíles. Rara vez, como en las películas, conseguíamos nuestro objetivos (menos mal). Pero nunca nos dábamos por vencidos y seguíamos surcando los campos como nómadas, que tan solo obedecían la norma de llegar a casa para cenar, y no siempre.

Aquel día habíamos dejado los caballos en casa, y andabamos por los bosques del Camino de la Trocha. Encontramos una oveja en muy mal estado, con parte de la lana arrancada a girones de la piel, probablemente por coyotes, y la boca abierta, muerta de sed. Estaba atada a un árbol. La desatamos con una navaja. Aunque las armas de fuego eran de uso exclusivo para el hombre blanco, a nosotros nos estaba permitido, dentro de ciertas restricciones legales, un cuchillo de pequeñas dimensiones. Liberar a la cabeza de ganado, no sólo era un civilizado acto ecologista, también pretendía que nuestras relaciones con el hombre blanco mejoraran y en recompensa nos cayera, con un poco de suerte, alguna prebenda. Todo el mundo sabe que los indios tienen una economía muy precaria.

Y así, perseguimos al animal por los campos, reorientándolo cada vez que veíamos que se equivocaba de camino y no se dirigía al pueblo por la pista. Imposible, el animal, se empeñaba en cruzar barrizales, pastos y rara vez hacía caso a nuestros gritos, que tan sólo conseguían que el bicho se asustara y acelerara el paso. No se cuantas veces caímos al suelo. Menos mal que no íbamos en caballo, habría sido imposible seguirle. Una vez en el pueblo, todo fue más fácil. Sólo teníamos que seguir al animal. Ya sabíamos que se dirigía junto a su dueño y el resto del rebaño. La acompañamos al trote bajo la luz naranja de las farolas, que acababan de encenderse para recibirnos como nuestro heroico acto se merecía. La asustada oveja se detuvo ante una minúscula puerta en una callejuela y comenzó a balar como una loca. Llámanos golpeando la madera con los nudillos y cuando nos abrió el pastor su cara nos descolocó. No había un ápice de alegría en su rostro. Lo conocíamos de otras tardes por el campo. No nos era agradable, siempre estaba azuzando a aquel perro marrón a las ovejas. Adiós a las prebendas. Agarró a la oveja de mala gana y desapareció en la oscuridad del corral. Al momento apareció su nieto, un niño 3 o 4 años mayor que nosotros que nos explicó, mientras cerraba la puerta, que su abuelo había atado a la oveja para dejarla morir porque estaba enferma y podía contagiar al resto de sus animales.

¡Qué complicado era el mundo del hombre blanco! Bajamos buscando nuestra calle, sacamos un balón y jugamos ,casi en silencio, hasta la hora de la cena.

7 comentarios:

  1. No se si fue la cancion que tenia de fondo...pero me dio pena....mas lindo tu Manu!
    te adoro!

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  2. Precioso,Manu, pero...¡Qué triste! Los adultos están locos y muchos además son malos... No quiero crecer...Sigamos siendo niños.Así nos entendemos mejor con nuestros alumnos,y Manuel y Silvia todavía no me parecen extraterrestres.Debe ser eso por lo que tu viejo pastor me parece un cabronazo de mucho cuidado. Merecía que lo hubieras olvidado.

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  3. Tengo la certeza que todos aquellos indios integrados en la sociedad blanca, no olvidan sus origenes ni lo aprendido mientras vivian en libertad. "La trocha" les ofrecia sabiduria, proteccion y respeto por lo que le ofrecia la madre tierra; ya fueran melones, higos, hinojo para el reseco de su boca en días de calor y eucaliptos traidos de lejanas tierras para protegerse de los blancos mas blancos.

    Tengo la esperanza que sus decendientes vuelvan a esas tierras a recolectar los frutos, que en su dia sembraron sus padres.Tengo la esperanza que sus padres les enseñe la forma correcta de recolectarlos, pues son delicados de piel y carne. Tengo la esperanzaque la curiosidad con la que nacen no mengüen nunca. Tengo la esperanza que crezcan con sabiduria, humildad y firmes en sus convicciones.

    Tengo la esperanza que los vaqueros se conviertan en indios.

    El "berni" para todos aquellos que siguen siendo indios de espiritu.

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  4. OYES MANU, QUE AL FINAL HE DADO CON TU BLOG Y LO QUE HE VISTO ME HA PARECIDO BUENO
    En fin, mi blog no está a la altura del tuyo, pero cuando le eche tiempo...
    Oyes que si te interesa este otro blog de fotos de un amigo aquí te mando su dirección:
    http://manuelcasadiego.blogspot.com/

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  5. Aquí nube blanca mandando señales de humo a Pluma roja: Eto e mu gúeno.

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  6. Hacía tiempo que no entraba en tu blog .... menos mal que lo recordé y he disfrutado un largo rato navegando por textos y fotos. Sigue así,

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  7. Y yo creyendo que entraba a cenar en casa un hijo normal. Siempre he tenido la sensación de haberme perdido parte de vuestra niñez con mis absurdas ocupaciones. Ahora estoy segura. Lástima.

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