Fotohistorias

martes, 28 de julio de 2009

El Inventario



Hacía tan solo tres días desde que lo habían fusilado y ya fueron a su casa a hacer inventario de sus pertenencias. Todo lo que antes era suyo ahora pasaría a las manos de aquellos hombres de camisas negras y sonrisas cínicas que habían entrado en su casa sin llamar, como una jauría de lobos.
- Con el salón acabamos la casa de este rojo: 3 sillas, una mesa, una mesita de café, la cajonera y el mueble grande... Firme aquí.
Eduarda cogió la cuartilla con manos temblorosas y la leyó detenidamente. Después sonrió.
-!De qué cojones te ríes¡
-Como no pongais también las dos sillas en las que estamos sentados van a pensar en el pueblo que firmamos en el suelo.
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Por la tarde, en el patio de casa los minutos pasaban en silencio. Ninguno de sus tres hijos se atrevía a levantar a la voz en sus juegos. Eduarda se mecía acompasadamente, la mirada perdida. No hubo cena esa noche. Parecía que le habían arrebatado el espíritu. Sus hijos la miraban y veían un relampageo en sus ojos detrás del velo de tristeza. Tenían miedo.Les mandó a la cama temprano, lo hizo sin pronunciar una palabra, con un gesto suave mostrando la palma de la mano.
Desde sus habitaciones comenzaron a oír ruidos extraños. Cada uno de ello lo interpretó como su fantasía quiso. Según se confesaron días más tarde, imaginaron lametazos de toro, enjambres de avispas y pisadas de soldados en la arena. Luego los ruidos cesaron y la noche recuperó su tranquilidad.
Al amanecer, los tres hermanos reunidos en la cocina se miraban desconcertados. Su madre siempre les esperaba con la leche caliente.María, la mayor, agarró de la mano a sus hermanos y subió las escaleras hasta el cuarto. Al abrir la puerta allí estaba su madre,respirando tranquila, dormida, sonriente, con un bote de pintura y una brocha recién usada a los pies de la cama. Una cama que a partir de entonces sería roja, como su marido,el que hacía tres días creían haberle arrebatado.

Solo tiempo después María, Isabel y Jesús comprendieron que su madre había estado haciendo el amor toda la noche, con una pasión que va más allá de la carne. De ahí su cansancio, por eso su sonrisa.

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